Para un proyecto de ética mundial Hans Küng y Karl-Josef Kuschel (eds),
Ciencia y ética mundial. Editorial Trotta, Madrid, 2006
Salvador López Arnal (Para Kaos en la Red)
El proyecto de un nuevo principio de pensamiento regido por la idea de una ética mundial surgió en 1990, obedeciendo al desafío que suponían y suponen para la Humanidad temas tan acuciantes como la paz mundial, las relaciones entre religiones, las desigualdades económicas, la relación entre la especie y el medio (Era, precisamente, en ese momento cuando se estaba preparando la conferencia de la ONU para el Medio Ambiente y desarrollo que se celebraría en Río de Janeiro en 1992). La borrosa idea original fue madurando hasta convertirse en un programa presentado a la opinión pública en 1990 como proyecto de una ética mundial. Tres años más tarde, en 1993, el parlamento de las Religiones del Mundo reunido en Chicago aprobó la declaración de una ética que buscaba o intentaba buscar consenso universal, más allá de diferencias culturales, religiosas o territoriales. Pues bien, desde 1995, la Fundación para la Ética mundial se ha venido dedicando a proseguir y a ampliar “este proceso de comunicación intercultural e interreligioso”, mediante actividades, encuentros e investigaciones. El volumen que comentamos es un ejemplo de sus trabajos.
El proyecto de ética mundial se articula en torno a tres grandes afirmaciones: 1. “No hay supervivencia sin ética mundial” 2. “No hay paz mundial sin paz religiosa”. 3. “No hay paz religiosa sin diálogo entre las religiones”. El tono musical, admítase, es netamente religioso si bien el programa está abierto a otras perspectivas como algunos textos de este volumen parecen confirmar. Lo que se viene a señalar insistentemente es que no es posible eludir la búsqueda de valores, finalidades y actitudes comunes a toda la humanidad, sin que ello comporte ningún menosprecio de las diferencias culturales o religiosas realmente existentes, que obviamente en ningún momento se aspira a anular o superar..
Para que el lector no olvide el marco político -digamos, altamente moderado- de la declaración y de la Fundación para la Ética mundial no está de más reproducir unas palabras de Hans Küng, alma, cuerpo y espíritu del proyecto: “Uno de los resultados más importantes lo trajo consigo, en 1997, la iniciativa de InterAction Council, que reúne a antiguos jefes de Estado y de gobierno. Bajo la dirección determinante del ex canciller federal alemán Helmut Schmidt pudo presentarse la propuesta, en especial a las Naciones Unidas, de una Declaración general de las obligaciones humanas”. Kung señala la consecución de este acto como uno de los resultados más importantes. El carácter institucional del proyecto, la presencia de “personalidades” reconocidas, la orientación socialdemócrata-de-derechas parecen bastante obvios.
Ciencia y ética mundial está dividido en cinco grandes secciones -1. Ética económica y ciencia del derecho. 2. Ciencia política. 3. Ciencias de la educación. 4. Ciencias naturales. 5. Ética- que agrupan l19 aportaciones . Son especialmente recomendables, en mi opinión, los escritos de Günther Mack, “La búsqueda de un paradigma científico útil para el futuro”, y Ernst Ulrich von Weizsäcker, “Ética mundial ecológica”. Este último por ejemplo, con acierto y razones, señala: ”En esta situación del mundo, también la ética mundial corre el peligro de ser acaparada por la doctrina económica, que piensa globalmente y está a la vez dominada por arrogancia. Para los débiles de la Tierra, todo lo que huela a globalidad se ha convertido de la noche a la mañana en algo profundamente sospechoso” (p. 305).
Las líneas centrales del proyecto queda explicitadas en la intervención inicial de Hans Küng, “El mercado global exige una ética global” (pp. 15-32). En algunos casos, según creo, con formulaciones mejorables. Por ejemplo: Küng afirma que las cuestiones relativas al mercado global “son cuestiones que atañen al conjunto de la sociedad, de carácter político en sumo grado y también, en última instancia, ético. Se trata por ejemplo de preguntarse si el beneficio, esto es, el afán de lucro, básicamente justificado, debe ser el único fin y exclusivo de la economía, de un banco, de una empresa”. ¿El afán de lucro básicamente justificado? ¿Y dónde está la prueba a de esa justificación? ¿No hay nada que objetar a los resultados de ese afán “básicamente justifcado” más allá de su aceptación como fin exclusivo? Igualmente, “tampoco estas grandes transformaciones globales son procesos que obedecen a una necesidad natural (como opinaba Marx) sino que son transformaciones gobernables, en principio y dentro de ciertos límites, naturalmente”. ¿Transformaciones globales que obedecen a una necesidad natural? ¿Este es el Marx que Künh ha extraído de todas sus lecturas?
Es posible, por ello, señalar que algunas otras secciones y perspectivas hubieran ampliado la aproximación a este importante asunto, que la mayoría de las intervenciones no tienen carácter rupturista ni incluso reformista sustantivo, que la mayoría de los colaboradores pertenecen a un ámbito cultural e ideológico similar (a pesar de la declaración de diversidad del proyecto apuntada por Küng), que es posible que estemos ante una nueva declaración intelectual que dé vida a determinados colectivos pero que cuente con muy pocos desarrollos y con escasa incidencia en las poblaciones, pero también habría que recordar, como señala el propio Küng en la introducción del volumen, que “una piedra que se arroja no ocasiona inicialmente un gran remolino, es cierto. Pero propaga involuntariamente sus círculos. Con la ética mundial se arrojó al agua, hace algún tiempo, una piedra así, y efectivamente ha propagado círculos en un tiempo relativamente corto y por todo el mundo”. Salvador López Arnal
viernes, 9 de febrero de 2007
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