Ser humano es un fenómeno de comunicación. Vivimos en cuanto percibimos y compartimos. Este es un espacio para alcanzar a la mayor cantidad posible de otros seres humanos y compartir lo que vivo, pienso y juzgo.

lunes, 26 de febrero de 2007

Diana Maffia

ENTREVISTA A DIANA MAFFIA, FILOSOFA:
"La gente no sabe que puede controlar políticas públicas"

Diana Maffía está a favor del control de las acciones de gobierno pero no quiere saber nada de sentarse en una banca de diputados. Cree "abominable" el "reality" Gran Hermano, aunque lo considera espejo del televidente.



¿No es contradictorio que se pelee con la Iglesia Católica por Argibay y participe en un seminario de formación teológica?
Vos viste gente del Episcopado...
Hubo representantes de los obispos (de la región).
Hace tiempo que me dedico a temas de la filosofía en la condición de género femenino. El año pasado abrí un espacio nuevo. Está compuesto por teólogos. Soy animadora; fui invitada (a Viedma) como académica a animar el espacio de corporeidad. Mi formación no es teológica ni tengo que hacer un trabajo de esa naturaleza. Vine a contar lo que investigo en la universidad, a transmitir de una manera accesible y sencilla para que la gente pueda apropiarse de ese conocimiento. Y lo entienda bajo el sistema de educación popular en el sentido de que vamos a apelar a las experiencias de cada uno y a que cada uno pueda procesar de una manera que resulte apropiada para los desafíos que estamos viviendo.
¿Con qué grado de aceptación? Sin ir más lejos se metió con la despenalización del aborto y los organizadores anunciaron que hablarían del uso del preservativo, una cosa tabú para la Iglesia.
Se habló del problema del valor de los cuerpos, de la división entre cuerpo y alma, que es un problema filosófico de larga data. Hablamos de Platón y Aristóteles, de las concepciones del alma antes de que llegaran Santo Tomás y San Agustín. Hablamos de lenguajes que se juntaron y cómo esa filosofía griega dio con una concepción cristiana. Me interesó trazar un bosquejo sobre esas divisiones tan tajantes que se hacen sobre cuerpo y alma. El trabajo fue cómo volver a suturar esa diferencia. Un retorno a la persona en un sentido más integral. Hay que plantear la sexualidad y el género, los diversos elementos del sexo biológico. Cada una de estas cosas es una complejidad. La posibilidad del alineamiento concreto de todos estos elementos es casi universal. Vistos de cerca, todos somos una minoría sexual. Como si dijeras familia, tenés una idea. Metés la lupa en cada familia y siempre hay algo disfuncional a la definición. Cada uno va teniendo el orden de la vida...
¿No teme que esas propuestas queden en ámbitos cerrados mientras crece el tráfico de mujeres (para prostituirse) las "zonas rojas"?
No tengo temor a la educación. No espero terminar con el tráfico de mujeres en un seminario de formación teológica, pero sí que se considere fuertemente un tema con el que debemos comprometernos, si es que de verdad creemos que vamos a defender los derechos humanos. Hay una concepción de los derechos humanos muy arcaica... muy convenientemente recortada. Estamos dejando de lado los derechos económicos, sociales y culturales y de cuarta generación, el derecho al ambiente, generaciones futuras... Digo recortada porque es mucho más sencillo hablar de cómo se mata, sobre cómo se deja morir.
Y si estuviera en una banca de diputados, ¿qué cambiaría?
- Soy agnóstica, pero Dios no lo permita (risas). En realidad me aburriría de todas maneras.
Está formulando propuestas que deberían terminar en leyes....
Las podemos proponer como ciudadanos. Trabajo mucho en construcción de ciudadanía, en capacitación para que los propios ciudadanos controlen las políticas de Estado. Debe haber un monitoreo social de las políticas públicas y de las leyes. Tenemos posibilidades por nuestra Constitución de tener mecanismos de incidencia cívica muy fuerte y poderosos. No los sabemos usar. Nadie los difunde
demasiado. Los diputados se sientan en su banca y tienen el bolsillo para guardar el celular. La incidencia ciudadana es pobre y tenemos una actitud general de queja y pasividad. Hay que cambiar eso en una actitud de responsabilidad activa. Implica un aprendizaje. Para mí pasa por la educación. De ninguna manera me da miedo que quede en un lugar cerrado. Enseño en la universidad hace muchos años, a grupos populares, organizaciones no gubernamentales. Trato de no hacerlo dentro de un partido político porque, dentro de él, la gente tiende a cerrarse entre los que opinan igual. En estos temas debemos romper barreras
Hoy las nuevas generaciones piensan que con la filosofía no se come, no se educa, no se cura...
González Tuñón decía: "El dolor mata, amigo; la vida es dura; con la filosofía poco se goza; si quiere ver la vida color de rosa, ponga 20 centavos en la ranura" (risas). Hablando en serio, tengo la impresión de que cumple un papel muy importante. Es un lugar de interrogación del mundo, una mirada no conformista, una forma de problematizar lo que aparece naturalizado. La pregunta filosófica puede ser insidiosa e ir a romper un presupuesto. Es una función crítica vital en este momento histórico. De hecho, tengo muchos alumnos jóvenes.
¿Con su marido de qué hablan cuando están cenando?
Una amiga me critica. Me pregunta por qué no nos peleamos como todo el mundo, ya que ella dice que nuestras discusiones parecen de seminario. Igual, hablamos de muchas cosas. También nos amamos sin hablar.
¿Qué visión le merece que a la gente le guste escuchar a un pastor por televisión y no leer a Kant?
No quiero juzgar a terceras personas. Hay que estar atentos a cuáles son las necesidades de una persona y sus posibilidades. Las necesidades de la gente incluyen la necesidad de darle trascen- dencia a su vida. Esta es una necesidad
que tiene una persona rica, pobre, culta, analfabeta; la de encontrar una coherencia entre hechos que a veces parecen injustos, sobre todo cuando hay diferencias de dolor o injusticia. ¿Por qué me pasa esto, cuál es el destino que tengo? Son preguntas humanas, vitales y básicas. Que la respuesta sea encontrada en un libro de Kant o en un programa carismático es el recurso que la gente tiene a mano. Hasta yo tengo dificultades para leerlo y eso que trabajo en esto.
Hablando de búsqueda o que la vida tenga sentido, la gente apela más a "Gran Hermano" que a discutir sobre el cambio climático, las políticas públicas o el embarazo en la adolescencia.
Si alguien es capaz de mirar cómo viven otros, que son tan poco interesantes, porque son vidas medio engañosas, armadas por casting, con conflictos predeterminados, es una manera de asomarse a comparar las vidas de otros y a tratar de encontrar paralelos. Me parece que en el fondo no es una visión pasiva, no es meramente que se sienten a mirar "Gran hermano". Miran y hay un proceso de interpretación, de asimilación.
Reivindica ese espacio televisivo.
Sólo lo que mueve a la gente a buscar. El espacio es abominable y lo que se ofrece en general en términos de cultura de masas es de una pobreza que en general lo que hace es malversar esas preguntas y esas inquietudes que son legítimas. Si cuidáramos un poco más la cultura popular, si no denigráramos a la gente creyendo que no puede comprender, a lo mejor podríamos poner a su alcance otro tipo de cosas... Reivindico la búsqueda. No juzgaría a la gente por mirarlo. La gente busca y tiene un núcleo legítimo, a lo mejor podríamos aprovechar esa necesidad y comunitariamente buscar otra manera de satisfacer esa necesidad.
Por la falta de debate en la sociedad, ¿a quién sentaríamos en el banquillo de los acusados?
Son responsabilidades conjuntas. Un espacio para que surja es el periodismo libre y está totalmente controlado. Que se financien campañas de opinión sobre determinados temas... sostener temas como distracción, falta de contacto con la prensa de los decisores de políticas publicas. Que una ley prevea que se pidan respuestas en 15 días y tarden meses. Eso reduce la vitalización de las opiniones libres. Luego está la cuestión de la creatividad, tenemos un pueblo creativo. En la crisis del 2001 apareció un modelo con un fermento cultural en distintos niveles. Teatro, espectáculos callejeros, no se impusieron en forma comercial. Surgieron expresiones. Hay un sometimiento, un mercado disciplinador. Un mercado global no necesita identidades. Si tuviéramos un poco el control del mercado para que no domine el gusto... Hay más películas norteamericanas en cartelera que europeas y argentinas.
¿Hay tiempo para un contrato moral en la Argentina?
Lo hay y es imprescindible. Cuando Elisa Carrió me convocó lo sentí como un desafío. Sabe que no pertenezco al partido (ARI), que no soy creyente y que trabajo en la despenalización del aborto cuando ella está en contra. Aun con esas tres diferencias, coincidimos en trabajar juntas por un contrato. No se trata sólo de recuperar valores. Es lo previo a cualquier tipo de cambio político porque consiste en volver a discutir quiénes forman la democracia, la distribución de la palabra y el contrato republicano como contrapeso para que los poderes se respeten. Hoy está disuelto. Hay un unicato. Por ejemplo, la Justicia y la Legislatura perdieron su razón de ser al asegurar un dominio en el Consejo de la Magistratura. El cambio, en la Constitución del '94, era para subsanar errores de un presidencialismo fuerte. El contrato es un ejercicio de poder y tenemos todas las condiciones para hacerlo. Hay una enorme necesidad.

Convicciones de tierra adentro

Maffía es doctora en Filosofía e investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Alberto Moretti, además de ser su esposo, es colega. Tiene dos hijos y un gato en la terraza del edificio que habita en el barrio porteño de Congreso. Fue defensora adjunta de la ciudad de Buenos Aires. Salió en defensa de Carmen Argibay cuando la Iglesia atacó a la jueza de la Corte Suprema por la defensa que hizo de la despenalización del aborto, pero toma distancia de algunas posiciones de la hoy “presidenciable” Cristina Kirchner. En 2004 escribió un ensayo sobre el contrato moral.
Conoció Viedma merced a su participación como expositora en un Seminario de Formación Teológica. Se presenta como muy ligada a la raigambre popular. No sólo por invocar a Raúl González Tuñón, el influyente fundador en los ’50 de la corriente moderna de poesía urbana. Diana no olvida que su linaje bajó de un barco desde el sur italiano y, como tal, es familiar directa del célebre bandoneonista Pedro Maffia (se pronuncia sin acento), aquel que contribuyó con la discografía de Carlos Gardel.

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