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viernes, 9 de febrero de 2007

Hernan Montecinos - Nietzsche

LA CONTRADICCIÓN EN NIETZSCHE

Por: Hernán Montecinos

Tomado del ensayo: “Nietzsche un siglo después: Filosofía y política para el nuevo milenio” (Editorial Universidad de Santiago, autor, Hernán Montecinos).

No existe obra que pueda actuar como mayor antídoto para espantar cualquier entusiasmo que la de Federico Nietzsche. Ello,porque nada hay en él que se pudiera parecer al filósofo tradicional, al que hemos estado acostumbrados a conocer a través de toda la historia de la literatura filosófica, al quese afana por refugiarse en alguno de los tantos sistemas filosóficos hasta ahora conocidos, al que de uno u otro modo se encuentra atrapado en los rigores de losconvencionalismos, etc. Por eso, será necesario advertir a los lectores, no familiarizados con la lectura de los textos de Nietzsche,que una de las primeras dificultades que tendrán que enfrentar, será vérselas con los juicios contradictorios del filósofo, al encontrar en sus textos pasajes sobre un mismo tema, difíciles de relacionar con interpretaciones encontradas en anteriores escritos.

En un cuadro así, fácil será imaginar a un lector confundido, quien no acabará de entender el por qué en forma tan recurrente el filósofo expresa juicios tan distintos y contradictorios sobre un mismo tema. Quizá, al cabo de las primeras páginas, nuestro imaginario lector tendrá la esperanza de que, en las siguientes, el filósofo pueda aclarar tan inusual actitud. Esperanza vana, porque lejos de aclarar nada, Nietzsche hará cerrada defensa de sus cambios de posición, al afirmar que los compromisos adquiridos de por vida son un absurdo, en cuanto el que los suscribe irá experimentando evoluciones en su personalidad que bien podrían justificar decir que, después de algunos años, la persona que conocíamos es otra; incluso más, de algunas hasta podríamos decir que han sido varias a la vez.

Más aún, el desconcierto del lector será mayor, del momento que gran parte de su obra la desarrolla en una escritura aforística la que contiene una engañadora antonimia: por un lado, la concisión perentoria de sus afirmaciones apodícticas dan la impresión de entregarnos una verdad íntegra y, por otro, la dialéctica infinita y perspectivesca que la misma encierra, abren las posibilidades de interpretaciones múltiples que anularían cualquier intento de sentencia admonitoria. Así, acostumbrado el lector a asimilar los textos mediante procesos de incorporación intelectual, se le hará difícil comprender que las contradicciones deberán ser soportadas y mantenidas hasta el final por el ideal de hombre que el filósofo Nietzsche preconiza. Asumiendo éste que sus contradicciones están a la vista y se asomarán controvertidas para sus lectores, advertirá que nadie tendría por qué llamarse a escándalo por ello no encontrándose, en modo alguno, obligado a tener que dar explicaciones ante cada interpelación que se le requiera sobre el asunto. Más aún, reivindicará esta condición paralos demás, dejando ver que mientras los demáslas ocultan, él las deja al descubierto.

Entonces, para comprender el por qué de sus contradicciones, el asunto requerirá de una explicación más particularizada si queremos servir de ayuda a los que no se encuentran familiarizados con la lectura de los textos filosóficos, y para el caso, en particular, con los textos de Nietzsche. Esto, será importante tenerlo presente para evitar que potenciales lectores se confundan y defrauden tempranamente con sus textos, puesto, que aún hoy, cuando contamos con suficientes elementos intelectivos e interpretativos que hace un tiempo atrás no teníamos, esta imagen responde a un cuadro que aún se sigue repitiendo; una realidad que ha llevado a que muchos lectores preenjuicien de antemano sus ideas, aún sin haberlo leído en sentido estricto.

FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS

"Hay cabezas esquemáticas, de aquellas que tienen un conjunto de pensamientos por más verdadero si se deja inscribir en esquemas o tablas de categorías previamente diseñadas. Innumerables son las formas de engañarse a sí mismo en este terreno: casi todos los grandes sistemas tienen aquí su lugar. El prejuicio fundamental es, sin embargo: que el orden, el carácter sinóptico, lo sistemático tendrían que ser inherentes al verdadero ser de las cosas y que, por el contrario, el desorden, lo caótico, lo imprevisible solamente se presentarían en un mundo falso o tan solo incompletamente conocido -en una palabra, que son un error- :lo cual es un prejuicio moral extraído del hecho de que el hombre veraz y digno de confianza suele ser un hombre del orden, de las máximas y en general previsible y pedante. Ahora bien, que el en-sí de las cosas se comporte conforme a esta receta de burócrata ejemplar es, sin embargo algo completamente indemostrable" (Fragmento póstumo)

Nietzsche hará uso de la contradicción para salirse de los cánones puramente metafísicos. Ello, porque para él, su contrario, esto es, la “no contradicción”, representa lo puramente sistemático, aquello que obliga a un camino para llegar a lo Ideal. Según Nietzsche, de acuerdo a esto el filósofo de cualquier signo, en su afán de mostrar continuidad con el ideal que persigue estigmatizará la contradicción, en tanto ésta viene a representar el rompimiento del ideal que persigue. Por ello, para evitar caer en desaciertos que lo desacrediten, se sentirá obligado a amoldar su escritura a la continuidad y coherencia de un pensamiento original que tratará de conservar con todas sus fuerzas; esa ha sido la impronta del pensamiento filosófico tradicional, rubricará el filósofo.

Se desprende de esto que lo sistemático será una ordenación forzada de las cosas, una camisa de fuerza puesta a los conceptos y las palabras lo que para Nietzsche representa un absurdo, del momento que el carácter enigmático de la realidad no puede ser expresable en ningún tipo de sistema, ya que la vida siempre se mostrarálaberíntica, ambigua,misteriosa; ajena a cualquier intento del comprender humano. Por eso, para Nietzsche las convicciones propias del hombre no contradictorio serán prisiones, opiniones que se quedan detenidas y, por tal, no invitan a perseverar en la búsqueda de una auténtica creación; en cambio, la contradicción se opondrá al dogmatismo, al contemplar la posibilidad de diversos modos de pensar.

Sin embargo, no hay que llamarse a confusión, pues, el filósofo es lo bastante inteligente para no estimular la contradicción en forma arbitraria, de manera que ésta diga cosas distintas cada cinco minutos; no se trata de eso, se trata de mantener siempre el pensamiento en actitud tensa, en estado pulsional, dispuesto a emprender en la oportunidad y circunstancias necesarias una nueva campaña para acechar el lugar en el que se apoltrona el ideal. Por eso, el Nietzsche contradictorio nada tiene que ver con los cambios de opinión que hoy frecuentemente encontramos en el mundo político-intelectual; ello, por cuanto será contradictorio por motivos vitales, y no con el objetivo de justificar oportunismos para acomodarse a cada una de las situaciones coyunturales. En él, no podemos hablar tan categóricamente de contradicción, porque lo que en cualquier pensamiento lo que se prohibe es sostener una cosa y también su contrario, en sus textos su uso no sólo está permitido sino que, incluso, está expresamente buscado. En sus aforismos tendrá especial preocupación por dejar bien sentado este carácter; recurso que empleará, incluso, cuando introduce el género poético en sus libros, encontrando en las rimas preliminares de la “Gaya Ciencia”, un buen ejemplo de ello:

"Áspero y dulce/ grosero y fino/ familiar y extraño/ inmundo y limpio/ Cita de los locos y de los sabios/ Todo esto soy/ quiero serlo/ A la vez paloma/ serpiente y cerdo".
"Ya sé cual es mi esencia/ insaciable como la llama/ Ardo y me consumo a mi mismo/ Luz es todo lo que toco/ Carbón todo lo que dejo/ Por cierto llama soy de fijo".
Más aún, Nietzsche no sólo es contradictorio en lo que escribe, sino también entre lo que escribe y lo que vive. Porque, ¿qué puede ser más contradictorio si comparamos lo que escribió con lo que vivió? Enrique Molina Garmendia (“Nietzsche Dionisiaco y asceta”), deja al descubierto esta dicotomía. Según este autor, mientras su escritura es un envite a lo dionisiaco, su vida se asemeja a la de un asceta. Y no deja de tener razón, pues, en vida se alejará de los amigos y del mundo para refugiarse en la soledad más absoluta, para ser lo más fiel a su propio pensamiento; ajeno al poder, riqueza, mujeres y honores, carecerá de todo aquello que pudiera identificarlo con una vida dionisíaca. Como bien rubrica este autor: "Nietzsche estuvo más cerca de los santos que denigraba que de los Césares y los Orgía que exaltaba. En definitiva, un dionisiaco en lo verbal y en vida todo un asceta".
En la misma línea, reafirmará este juicio Lou Von Salomé al decir de él, que nada aparentemente del hombre Nietzsche llamaba la atención de sus contemporáneos: "Calmo, no muy alto, modesta y cuidadosamente vestido, caminando prudentemente, la espalda encorvada, y hablando bajo, podía fácilmente pasar desapercibido". Un juicio importante, de una contemporánea y amiga privilegiada suya, que compartió e intimó con él en uno de los periodos más importantes de su creación (“Retrato de filósofo con bigote”).
EL CAMINO A LA SABIDURÍA
El que Nietzsche sea contradictorio, no quiere decir que el conjunto de su obra constituya algo caótico o resultado de un puro azar. Al contrario, quien observe atentamente sus textos podrá concluir que sus contradicciones responden a un proceso evolutivo de su pensamiento en el que es posible advertir etapas bien diferenciadas.
Esto último, será reconocido por el propio filósofo en unos fragmentos póstumos que lleva por título: “El camino a la sabiduría”, donde expone la existencia de cierto orden interno en sus libros, reconociendo así el desarrollo de su propia evolución intelectual. En esta evolución el filósofo distinguirá tres pasos, que delineará de la siguiente manera:
Primer paso:
"Admirar (y obedecer y aprender) mejor que ningún otro. Reunir en sí mismo todo lo que es digno de respeto y dejar que luchen entre sí. Soportar todo lo que es pesado. Ascetismo del espíritu. Coraje. Tiempo de la comunidad. Superación de las inclinaciones mezquinas y pequeñas. El corazón abierto: nada se conquista sino con amor. También la patria, la raza. Richard Wagner se rindió ante un corazón profundo y amante. De igual modo Schopenhaüer. Esto pertenece al primer paso".
Segundo paso:
"Romper el corazón que venera y cuando se está más fuertemente ligado a él. El espíritu libre. Independencia. El tiempo del desierto. Crítica de todo lo respetado (idealización de lo no respetado). Intento de transmutar las evaluaciones ..."
Tercer paso:
"La gran decisión, o la aptitud para una posición positiva, para la afirmación. ¡Ningún Dios, ningún hombre por encima de mí! El instinto del creador que sabe donde pone la mano. La gran responsabilidad y la inocencia. (Para tener alegría por algo debe aprobarse todo). Darse el derecho para actuar. Más allá del Bien y del Mal. Él (creador) asume la contemplación mecánica del mundo y no se siente humillado bajo el destino: él es el destino. Tiene la suerte de la humanidad en la mano..."IDEALISMO (primer paso)
El primer paso corresponde al periodo de su idealismo de juventud, cuyos elementos más sustantivos los encontramos en sus cinco primeros libros (1872-1876): “El Nacimiento de la Tragedia” y sus cuatro “Intempestivas”, incluyendo, breves monografías y ensayos del periodo (“La verdad y mentira en sentido extramoral”, “La visión dionisíaca del mundo”, etc.,)
En éstos textos persisten en él su fidelidad a ciertos valores tradicionales los que asume como verdaderos paradigmas (patria, familia, deber, raza, etc.); Schopenhaüer y Wagner le vienen muy a propósito en este primer proceso formativo, sobre todo, Schopenhaüer, quien lo inmuniza del contagio de Hegel, en lo concerniente a no tomar partido por una hegemonía abusiva de lo abstracto. Muestra su devoción por el hombre superior que concibe como la más alta expresión de la vida. La influencia de Wagner no hará más que prolongar esta devoción, aprendiendo de éste el sentido del heroísmo trágico y, también, su visión sobre la misión educadora del arte, como modo de dinamizar las fuerzas creadoras del hombre.

La cultura ocupará su atención preferente en este periodo, ya que sólo mediante la reconstitución de la cultura perdida el hombre podría ser restituido a su verdadera esencia; la cultura occidental, eclipsada por la racionalidad socrática se había convertido en pura superficialidad determinada por una concepción científica del mundo. Reclama, por tanto, la creación de un arte nuevo viendo en los dramas musicales de Wagner la posibilidad de reavivar el mito trágico, ya que sólo el mito podría llevar al hombre de su época a una existencia nueva. Para él, careciendo el mundo de justificación moral, sólo puede ser comprendido desde un punto de vista estético. Sin embargo, todas las artes deben intervenir de una sola vez (poesía, danza, drama, música, pantomima, etc); consideradas éstas aisladamente no pueden "tener la expresión poderosa y de alcance sin límites que resultaba de la reunión general de todas". Sólo un arte omniabarcador posibilitaría seducir los sentidos del espectador, tal como se había dado en la antigüedad en el teatro griego. En este arte total debe encontrarse presente el mito, pues, en él las relaciones humanas se despojan de su forma convencional, inteligible sólo a la razón abstracta, despojada de sentimientos y estados anímicos más profundos.

Ante la pérdida de identidad de la cultura moderna, fundamentalmente, de la alemana, se preguntará, una y otra vez: ¿cómo hacer funcionar una cultura de modo que el hombre se someta a ella sin sentirse menoscabado?. Si las sociedades modernas se han planteado como fin una cierta comodidad; ¿cómo hacer para sustituirlas por sociedades que más allá de satisfacer a los hombres, los eleven?. Partiendo de estas interrogantes se compromete con el proyecto cultural de Wagner, quien en sus dramas musicales representa el arte trágico antiguo, reivindicándolo para ser insertado en el corazón del pueblo alemán. Si Alemania necesitaba deshacerse de una cultura que le era ajena y extraña, requería de un rompimiento drástico con todo aquello que la alienaba; la reconstitución de la tragedia, implantada como ser en el pueblo alemán, podía devolver al espectador, mediante el mito y la música, a su propia esencia. Entre la cultura griega y la alemana existiría un humus desde donde se podría levantar una nueva cultura restituidora del mito ario:

"Toda cultura, si le falta el mito, pierde su forma natural, sana y creadora: sólo un horizonte rodeado de mitos otorga cerramiento y unidad a un movimiento cultural entero" (El nacimiento de la tragedia).

Desde otra perspectiva, en su primer libro, como en ningún otro, el nacionalismo se deja sentir con todas sus fuerzas. Empero, éste distaba mucho de los imperativos sociopolíticos que el Reich de Bismarck había implantado como lo genuinamente alemán. Su nacionalismo decía relación con la necesidad de un cambio cultural a partir de una cultura trágica en un momento de profunda crisis cultural; Sin embargo, si su primer libro es el punto de partida para sus particulares ideas nacionalistas, en el resto de sus intempestivas tal pensamiento empezará a declinar, empezando a hacer una crítica, precisamente, contra todo lo que tuviera que ver con los nacionalismos, fundamentalmente, con el espíritu alemán.

De otra parte, en sus primeras obras no encontramos los elementos corrosivos en contra de la religión como en las que les siguieron. Al contrario, inicialmente muestra entusiasmo por la religión, sobre todo, por sus formas más arcaicas en que dioses y mitos antiguos le producen una gran predilección. Su visión idealista lo llevan a valorar y a justificar ciertos contenidos religiosos, sosteniendo que el mito es la fuerza generadora de la religión; allí donde el mito empobrece, la religión muere o declina hacia esas formas de decadencia cultural que son, entre otros, la racionalización y la dialéctica.

Por eso, si en este primer periodo Nietzsche deposita su fe en el arte y en la religión, sobreponiéndolas a la historia y la misma ciencia, será materia recurrente en él, el ataque y crítica de la cultura moderna, fundamentalmente, en contra del positivismo científico y el historicismo imperantes en el periodo.

RUPTURA (Segundo paso)

A partir de “Humano, demasiado humano” (1878), reconocemos en Nietzsche el inicio de una visión crítica y reflexiva, contrapuesta al idealismo fulgurante anterior. Si en sus textos tempranos encontramos una cerrada crítica al historicismo y entusiasmo por la religión, ahora, al contrario, muestra entusiasmo por el conocimiento histórico y centra su crítica en la religión. Charles Andler, de este libro advierte que el método de Nietzsche es fundamentalmente histórico y evolucionista; el gran antihistoricista del periodo anterior no puede eludir ahora la impregnación cultural de su presente histórico comprometiéndose en un rechazo a la religión, precisamente, apelando al recurso de la historia que antes atacaba y despreciaba.

Lo mismo pasa con el arte, apologizado en sus primeros textos, es ahora apostillado en el libro que nos sirve de referencia. El arte, ya no será más el vehículo justificador de la existencia ni el elemento capaz de conducir al individuo a la aprehensión de la esencia del mundo. Ahora el artista, al igual que el hombre metafísico y el religioso, pasa a ser también un creador de ilusiones. No se trata de esa ilusión del arte trágico antiguo que alentaba la voluntad de vivir del hombre griego; se trata ahora, de que el arte se alía con la religión y la metafísica en favor de un falso ideal. El artista, en su esencia, pasa a ser un embaucador, enemigo de la verdad, amante del efectismo que cultiva, merced a sus notables dotes histriónicas.

Tampoco la ciencia se salva de este giro, la que ahora atrae mayormente su atención al dejar de creer que poetas y metafísicos podían entender la naturaleza y el alma humana sin ciencia. Reafirmará su posición en favor de la ciencia, más adelante, en la “Gaya Ciencia”.

Desprendiéndose de la influencia filosófico-moral de Schopenhaüer y de la estética wagneriana, en este libro se inclina ahora por una actitud crítica y rigurosa, que utiliza la genealogía como instrumento de investigación, haciendo del filósofo un heredero directo de la Ilustración. Esto último, en cuanto “Humano demasiado humano”, representa la crónica de la liberación de todas las formas trascendentes. No sin razón Nietzsche subtituló esta obra como “Un libro para espíritus libres”, en tanto intento de recobrar su identidad y de romper con las ideas del pasado; ya sin influencias externas, sin sombras de superstición, ni resabios idealistas; liberado del espejismo metafísico que lo distrajo de su tarea de subversión y creación a la vez:

"Con una antorcha en la mano, y en verdad que el humo no velaba la luz, he proyectado una viva claridad sobre el mundo subterráneo de lo ideal. Es la guerra sí, pero la guerra sin pólvora y sin humo, sin actitudes guerreras, sin pathos, sin miembros dislocados -todo esto sería un idealismo-. Error tras error, todos los he tomado y puesto entre el hielo, y el ideal ni aún siquiera fue refutado: se heló. Aquí, por ejemplo, se hiela el 'Genio'; en este otro rincón se hiela el 'Santo'; bajo un grueso tampón de hielo se hiela el 'Héroe' y, finalmente, he aquí la 'Fe' congelada y la llamada 'Convicción'; y he aquí hasta la 'Piedad' también considerablemente enfriada. En suma, que, casi por todas partes, se congela 'la cosa en sí'..." (Cit. por Daniel Halévy. Vida de Nietzsche)

Opinión de sus pares

De sus cambios de opinión, algunos de sus intérpretes han entregado distintas interpretaciones. Así, por ejemplo, Karl Jaspers dirá sobre el particular lo siguiente:

"...el contradecirse constituye el rasgo fundamental del pensamiento de Nietzsche. Tratándose de él, casi siempre se puede esperar para un juicio, el juicio opuesto. Da la impresión que casi para todo tuviera dos opiniones. Debido a esto se pueden aportar, arbitrariamente y para lo que se quiera, citas de Nietzsche. Por lo mismo, cualquiera de los partidos políticos se sienten autorizados para apelar a él: ateos y creyentes, conservadores y revolucionarios, socialistas y liberales, políticos y apolíticos, libre pensadores y fanáticos..." (“Nietzsche”).

Y no deja de tener razón, porque no olvidemos que Mussolini, quiso hacer un galimatías entre el pensamiento fascista, marxista y el nietzscheano; a su vez, Baumler hizo de su pensamiento el fundamento filosófico del nazismo. Del mismo modo, Charles Andler está convencido que sus ideas son socialistas. Victor Massuh y Lou von Salomé, creyeron ver en las ideas de Nietzsche el intento de una nueva religión. A su vez, G. Lukács verá en sus ideas una apología al imperialismo; y, cosa curiosa, grupos de anarquistas lo tomaron como su apóstol, pese a que éste los criticó muy duramente, no por convocar a destruir lo existente (él también fue destructor), sino por no proponer la creación de ningún valor, etc.

A partir de “Humano, demasiado humano”, para Nietzsche la realidad carece de significado en sí: "Quizá reconozcamos...que la cosa en sí es digna de una carcajada homérica, que pareció serlo todo, y en el fondo está vacía, carente de sentido". Tampoco existe un mundo metafísico, una realidad verdadera tras las cosas; nadie ha legislado el mundo, ni existe la trascendencia, el más allá; todas las categorías tradicionales ético-filosóficas carecen de sentido. Factor fundamental en este giro es una sucesión de sucesivos rompimientos; no sólo rompe con Schopenhaüer y Wagner, sino también, poco después abandona su carrera académica. Necesita estar solo para poder adquirir un pensamiento propio desprovisto de cualquier tipo de tutelaje, y lo hace muy presente en ésta y las obras posteriores que le siguieron:

"Una impaciencia conmigo mismo hizo presa de mí; yo veía que había llegado el momento de reflexionar sobre mí. De un golpe se me hizo claro, de manera terrible, cuánto tiempo había sido ya desperdiciado, qué aspecto inútil, arbitrario ofrecía toda mi existencia de filólogo, comparada con mi tarea (...) Habían pasado diez años en los cuales la alimentación de mi espíritu había quedado propiamente detenida, en los que no había aprendido nada utilizable, en los que había olvidado una absurda cantidad de cosas a cambio de unos cachivaches de polvorienta erudición. Arrastrarme con acribia y ojos enfermos a través de los métricos antiguos, -¡a esto había llegado!- me vi, con lástima, escuálido, famélico: justo las realidades eran lo que faltaban dentro de mi saber, y las idealidades ¡para qué diablos servían!- Una sed verdaderamente ardiente se apoderó de mí: a partir de ese momento no he cultivado de hecho nada más que fisiología, medicina y ciencias naturales, -incluso a auténticos estudios históricos he vuelto tan sólo cuando la tarea me ha forzado imperiosamente a ello. Entonces adiviné también por vez primera la conexión existente entre una actividad elegida contra los propios instintos, eso que se llama profesión, y que es la cosa a la que menos estamos llamados- y aquella imperiosa necesidad de lograr un adormecimiento del sentimiento de vacío y de hambre por medio de un arte narcótico- por medio del arte de Wagner, por ejemplo..." (Ecce Homo).

Siguiendo en esta línea, continuará el mismo Jaspers:

"Todo aquel que lea las cartas y escritos en orden cronológico, no puede sustraerse a la impresión de que, a partir de 1880, Nietzsche está experimentando el cambio más radical y profundo de su vida. Este cambio no sólo se expresa en el contenido de sus pensamientos, en nuevas creaciones, sino en la forma que vive sus vivencias; Nietzsche se sumerge en un ambiente nuevo, todo lo que dice adquiere otro tono; esta atmósfera que todo lo impregna no tiene precedente ni indicios antes de 1880".

Por su lado, Lou von Salomé teme que al escribir Nietzsche para sí, en estilo aforístico, en el que introduce la contradicción, todo este conjunto de particularidades sea usado más adelante para fabricar consignas y cómodas fórmulas de difusión. Y no dejaba de tener razón cuando hemos sido testigos de todos los acomodos que se han hecho de los dichos del filósofo, para justificar tal o cual interpretación. Nietzsche, -según la misma Lou- consideraba obligatorio cambiar de opinión, renovar constantemente los puntos de vista, puesto que el pensamiento no es más que el resultado de muestras vivencias, antes que el resultado de un pensamiento racional. Rubricará sus juicios diciendo: "Nietzsche no veía sus ideas desarrollarse bajo su mirada con la continuidad de un trabajo sistemático grabado sobre el papel. Escuchaba sus ideas como si fuera un diálogo franco y abierto, que cada vez trata de un tema distinto, que sus oídos hechos para oír cosas inauditas lograban captar como si fueran palabras reales".

A su vez, Susana Munich (“La verdad es mujer”), señala que los dichos del filósofo, deben entenderse de acuerdo a los predicados que acompañan a los términos por él empleados. Cuando utiliza, por ejemplo, la palabra araña para referirse a Kant y Spinoza, ésta es usada con signo negativo porque se está refiriendo a sus pares como seres abominables. Distinto es, cuando el mismo se atribuye para sí tal calificativo. En dicho caso le atribuye un signo positivo, por ser creador de textos. Con la palabra artista pasa otro tanto, pues, sus juicios serán ahora negativos, en tanto el artista no es creador de valores, sólo creador de ilusiones. En cambio, la palabra artista adquiere connotación positiva cuando define al filósofo artista, como creador de valores. Dice la autora, que en los textos de Nietzsche una misma palabra suele nombrar situaciones diferentes, "y la marca negativa o positiva que la acompaña depende de los distintos predicados que corresponden a la palabra en sus distintas ocurrencias".

Por lo mismo, con sus contradicciones no debemos llamarnos a engaño queriendo ver en ellas la eliminación de algo en beneficio de su opuesto. Nada más alejado en él que eso. Cuando critica algo lo hace no para eliminar, sino para producir una afirmación o un desplazamiento; sólo pretende reivindicar la posición desmedrada en que algunas cosas se encuentran frente a otras. Por eso, cuando estemos frente a un juicio contradictorio, no caigamos en la trampa de anular o desestimar el juicio objeto de la contradicción.

Otras reacciones

Ciertamente, el libro que comentamos, más allá de las críticas que siempre provocó en el mundo intelectual, no pudo dejar de asombrar también, al círculo más íntimo de familiares y amigos. Para el caso, dejemos oír algunas opiniones:

"Mi sorpresa por este último libro ha sido máxima, como te puedes imaginar. Te digo con toda sinceridad, amigo mío, que esta sorpresa no se ha producido sin un sentimiento doloroso. ¿Puede uno desprenderse hasta tal punto de su alma y tomar otra a cambio?..." (E. Rhode).

"¿Qué va a seguir ahora en pie, después de que usted ha llevado a cabo un cambio monstruoso y ahora desecha lo que antes anunciaba como evangelio con voz de profeta?" (Mathilde Maier)

"No leas los libros de mi hermano, son demasiado horribles para nosotras, nuestros corazones aspiran a más que la exclusiva admiración del egoísmo. ¡Ah! y no te molestes, ni atormentes, en relacionar estos libros con el Nietzsche de antaño, no es posible. Pues ¡ay! mi querida Clara, no lo digas a nadie, he vivido aquí un tiempo espantoso. debo reconocer que Fritz ha cambiado, es como sus libros..." (E. Nietzsche a Clara Gelzer. 24.09.1882).

"No me hables de Humano, demasiado humano. De lo único que quiero acordarme al escribirte, es de que tu hermano, en otros tiempos, escribió para mí algunas de las más bellas páginas que conozco...No le guardo rencor; el sufrimiento lo ha destrozado. Ha perdido el dominio de sí mismo, y esto explica su felonía" (Carta de Cósima Wagner a E. Nietzsche).

Incluso, el propio filósofo, en carta a Paul Rée (Sept. 1879) reconocerá, a partir de este libro, sus cambios de opinión, incluyendo en ésta dos epigramas del siguiente tenor:

A mis primeros cinco libritos

"Antes pensaba que la A y la O/ se hallarían en mi sabiduría/ Ahora ya no lo pienso así/ La eterna ¡ah! y ¡Oh!/ sólo las encuentro en mi juventud "

A mi último libro

Tristemente orgulloso cuando miras hacia atrás/ Frívolamente audaz cuando confías en el futuro/ ¡Oh pájaro!, te incluyo al lado de las águilas?/ Eres la lechuza de Atenas?

Con este libro, Nietzsche no sólo conmovió las convenciones de la vida diaria, la fraseología de la época, sino también, empieza su crítica desconstructiva de todos los valores existentes. Incluso, empieza a aplicar el principio de que el mejor modo de atacar las convicciones es atacando las propias antes que las de otros:

"...Repito que este libro me parece hoy un libro imposible; lo encuentro mal escrito, pesado enojoso, erizado de imágenes forzadas e incoherentes, sentimental, endulzado aquí y allá hasta la afeminación, poco equilibrado, desprovisto del esfuerzo hacia la pura lógica, muy convencido, y por esto, creyéndose dispensado de suministrar pruebas, incluso dudando que le convenga probar..." (N.T. Prólogo a la 2ª ed. 1886)

Después de esta crítica, difícil es encontrar a alguien que se haya referido tan mal a uno de sus propios libros. En obras posteriores, seguirá reivindicando la necesidad de cambiar de opinión en aquellos pensamientos que aspiren a tener autonomía:

"No nos haremos quemar por nuestras opiniones por lo poco seguros que estamos de ellas; por el contrario, nos dejaríamos, quizá, quemar por el derecho a tener opiniones y cambiarlas". (El caminante y su sombra)

"No te disimules jamás que se puede pensar contra los propios pensamientos. ¡Júralo solemnemente! Es el primer acto de lealtad que le debes a tu pensamiento. Parte cada día en campaña contra tu propio pensamiento".(Aurora)

"El pensar no es para nosotros un medio de conocer sino de designar el devenir, de ordenarlo, de hacerlo manejable para nuestro uso: así pensamos hoy acerca del pensar: mañana quizá de manera diferente" (Fragmento póstumo, 1885).

Rubricará estas opiniones haciendo una alabanza a la serpiente:

"La serpiente que no puede mudar su piel, sucumbe. Asimismo los espíritus a quiénes se impide cambiar de opinión, dejan de ser espíritus".

CREACIÓN (Tercer paso)

El tercer paso, corresponde a su periodo de creación, el lado afirmativo de su obra (Voluntad de Poder, Eterno Retorno, El Superhombre, Amor fati, etc.,). En esta etapa elabora su “nueva filosofía”, en la que se denota un tono afirmativo que contrasta con el desenfreno negador de la etapa anterior. Aquí reconoce que la etapa de negación y desenmascaramiento no fue la estación última; es el momento en que “tiene la suerte de la humanidad entre sus manos”. Etapa que corresponde al periodo intelectual comprendido entre 1882 y 1888 (Z, MBM, GM, GC, CW, AC, DD, CI, NCW y EH).

Éste es el periodo cúlmine de su filosofía, en donde materializa su anuncio temprano de crear una nueva Ilustración filosófica, cuyo punto de cierre no puede ser otro que la transvaloración.

Como bien lo señala Victor Massuh (“Nietzsche y el fin de la religión”), es el momento en que Nietzsche adquiere conciencia que "es preciso sobrepasar aquel nihilismo metódico que pone al descubierto la cruda realidad y volatiliza las ilusiones, con el objeto de acceder a la gran 'afirmación'. Lo que se afirma en esta nueva etapa no es una instancia extrahumana: ¡Ningún Dios, ningún hombre por encima de mí! La realidad fundante y originaria es, aquí, la voluntad creadora".

UNA EXCEPCIÓN

De lo dicho, pudiéramos concluir que Nietzsche es contradictorio en todo lo que piensa y escribe. Sin embargo, pensarlo así sería un juicio errado porque si bien, es contradictorio en los más diversos tópicos que abordó, no lo es tanto así en sus ideas filosóficas propiamente dichas. En efecto, desde sus primeros escritos, -según datos entregados en la biografía de Daniel Halévy- el filósofo manifestará una idea precisa de la filosofía, no apartándose de ella durante toda su vida. En sus cuadernos de infancia y notas de juventud, se empiezan a vislumbrar ya las orientaciones centrales de su pensamiento filosófico posterior:

"Cuando se es dueño de sí mismo -enseñaba gravemente a su hermana- se es dueño del mundo entero"

"¿Qué es, pues, la humanidad? Apenas lo sabemos: ¿un grado en un conjunto, un período en un devenir, una creación arbitraria de Dios? ¿El hombre, es otra cosa que una piedra evolucionada a través de los mundos intermedios de las floras y las faunas? ¡Es ya un ser acabado, o qué le reserva la historia? ¿No tendrá fin este devenir eterno? ¡Cuáles son los resortes de este gran reloj? Están ocultos; pero, por larga que sea la duración de la gran hora que llamamos historia, son los mismos en cada instante..."

"...He ahí como se separan las vías de los hombres: si deseas el reposo del alma y la felicidad, cree; si quieres ser un discípulo de la verdad, entonces busca..."

Más importante es una anotación póstuma escrita antes de la publicación de su primer libro:

"Mi filosofía es un platonismo al revés".

En esta temprana reflexión, Nietzsche, sintetiza todo el centro de su pensamiento filosófico, esto es, una enconada lucha a lo largo de su vida contra la Idea platónica, como expresión fundante de la metafísica. Más aún, el año 1862, cuando apenas se empinaba sobre los 17 años de edad, encontramos unos escritos de juventud bajo el título “Destino e Historia”; importante, en cuanto contiene aspectos sustantivos que servirán de base para el nudo central de su pensamiento filosófico posterior:

"Pero tan pronto como fuera posible, mediante una fuerte voluntad, derribar todo el pasado del mundo, nos situaríamos inmediatamente en la línea de los dioses independientes, y la historia del mundo ya no sería para nosotros sino un quimérico ensimismamiento; cae el velo y el hombre se encuentra de nuevo como un niño que juega con mundos, como un niño que despierta con el crepúsculo matutino y riendo se sacude de la frente los horribles sueños".

"...¿No estamos sometidos desde nuestro primeros días al yugo de la costumbre y de los prejuicios, no estamos impedidos en el desarrollo natural de nuestro espíritu por las impresiones de nuestra infancia?"

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