Ser humano es un fenómeno de comunicación. Vivimos en cuanto percibimos y compartimos. Este es un espacio para alcanzar a la mayor cantidad posible de otros seres humanos y compartir lo que vivo, pienso y juzgo.

lunes, 5 de febrero de 2007

Martha Nussbaum

¿De qué sirve enseñar benevolencia?

Belén Gopegui
(Fuente: www.rebelion.org)

El psicólogo social estadounidense Daniel Batson ha hecho experimentos en los que muestra cómo las personas que oyen el relato de las dificultades de otra persona -contado de forma gráfica y con los aspectos más destacados dramáticamente subrayados- sienten compasión y elaboran planes de ayuda.
Batson cuenta que empezó sus experimentos convencido de que todos los motivos del comportamiento humano están, en última instancia, basados en el egoísmo. Sólo tras años de investigación terminó por admitir que los seres humanos pueden ser generosos. Si el documental 'Iraq: historias de mujeres' hubiese llegado a la universidad de Batson, quizá él hubiera podido ahorrarse unos cuantos experimentos. O quizá no. Quizá, como ha señalado tantas veces Santiago Alba, el nihilismo de la cultura capitalista ha alcanzado tales cotas que sólo a través de experimentos se puede llegar a la conclusión de que la generosidad existe. Las personas que me acompañan conocen mucho mejor que yo la situación en Iraq, y el vídeo que hemos visto nos la muestra de un modo emocionante, así pues, permítanme que dedique unos minutos más a hablar de la perplejidad moral en que está sumido el país cuyo gobierno es el principal responsable de la situación que viven hoy millones de personas iraquíes.
“Está claro”, ha escrito la filósofa progresista estadounidense Martha Nussbaum*, “que la cultura pública general de Estados Unidos enseña muchas cosas que apuntan en dirección contraria a la benevolencia: que los pobres son causantes de su pobreza, que un “hombre de verdad” es autosuficiente y no necesita nada de nadie, y otras muchas perniciosas ficciones”. Pues bien, para promover la benevolencia en una sociedad liberal esta filósofa propone, entre otras cosas, seguir el ejemplo de Roosevelt cuando llamó a los ciudadanos estadounidenses pobres “ciudadanos con dignidad acosados por la catástrofe”, en vez de llamarles haraganes inútiles. Permítanme ironizar de nuevo. ¿Arrasados por la catástrofe? ¿Serían también hoy capaces de hablar de las ciudadanas iraquíes que aparecen en el documental como “arrasadas por la catástrofe”? Pero la ironía no basta. Lo que tal vez haya que preguntarse es si lo hemos perdido todo. ¿No queda nada ya? ¿Los bueno son así? ¿Son quienes que vez de insultar y mentir llamando haraganes inútiles a los pobres, simplemente mienten y hablan de la catástrofe? ¿Tan alto, tan fuerte, tan ignominioso es el cerco de la ideología, tan enorme ha sido el retroceso como para que filósofos progresistas juzguen un gran avance en el año 2007 la reivindicación de los eufemismos de Roosevelt?
Una sociedad que aspire a la justicia debe dedicar, dice Martha Nussbaum, “una atención sostenida a los sentimientos morales y al cultivo de éstos en la educación, en la retórica pública, en el arte”. Lo que nos preguntamos es cómo se puede ser justo en un sistema injusto: qué posibilidad real tiene un joven estadounidense de no ser cómplice del asesinato. ¿De qué sirve enseñar benevolencia cuando las empresas no nos pertenecen y los partidos políticos están en manos de los bancos y demás corporaciones capaces de sufragar sus gastos? Los experimentos de Batson son ciertos: cuando se escucha el relato de las dificultades de otra persona, se siente compasión y se elaboran planes de ayuda. Así ocurre después de ver este vídeo. ¿Pero qué clase de planes de ayuda podemos elaborar si no somos libres, si no somos realmente autónomos, si en España la sociedad en su conjunto apenas ha logrado hacer unas fugaces, digo, sí, fugaces, manifestaciones mientras nuestros gobiernos destrozan -y siguen por cierto destrozando, ayer en Iraq, hoy en Afganistan- en nuestro nombre?
Para ser benévolos es preciso ser justos, y para ser justos es necesaria la libertad, cosa de la que carecemos en las democracias occidentales en la medida en que seguimos vendiendo nuestra fuerza de trabajo como hace dos siglos. Si los profesores de benevolencia pretenden separar los sentimientos morales de la lucha política, se están equivocando y están engañando con sus teorías. Se llama miedo paralizante al miedo del copiloto que ve los mismos peligros que el conductor pero no puede hacer nada. Algo así es lo que experimentamos muchos occidentales al ver este vídeo: lo que podemos hacer es bien poco y a veces hasta preferimos olvidar pues la parálisis avergüenza y duele. De manera que ayudemos, sí, ayudemos como podamos a los hospitales, a los movimientos de solidaridad. Pero no desvinculemos nunca esta ayuda de la lucha por la libertad de elegir un criterio distinto al criterio de la tasa de ganancia.
Termino citando de nuevo a Santiago Alba. Interpelado por una mujer de Gaza, quien decía: “¿Habéis venido para mirarnos en nuestra miseria?”, Santiago Alba nos cuenta lo que hubiera querido responder: “No, hemos venido para que nos mires. Para que nos destrones con la mirada. Para experimentar, frente a ese brillo duro de dos ojos puestos en pie -sobre escombros y cartones-, el escalofrío moral de la desnudez televisiva”.
A su modo, las mujeres del vídeo que hoy hemos visto nos miran. Logran vencer la impotencia de una imagen sin corporeidad y ponen sus ojos en pie para decirnos que ellas, entre los escombros y los cartones, son más libres que nosotros pues combaten por lo que es justo mientras nos animan a hacer lo mismo. Muchas gracias.

* Autora, sin embargo, del hermoso libro La fragilidad del bien, editado en España por Visor en su colección La balsa de la medusa en 1995, y de interesantes trabajos realizados junto con Amartya Sen

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